Algunos escriben sobre dolor que nunca sienten
(no les puede doler tanto ser virgenes),
Transforman su insatisfacción sexual
en sonetos. Vaso de leche, paja y a la cama.
Otros dejan huecos
entre frases sin terminar
y así consiguen llamar
a lo que escriben poesías.
Espacios blancos dan profundidad.
Los más letrados se apoyan
en rimbombantes palabras,
usan lenguaje enreversado
mareando al lector,
y complaciendo al perdedor.
Con sus lenguas salpican veneno,
critican, levantan catedrales exlusivas
y se lamen y maldicen entre ellos.
Son, todos ellos, dignos
de una hostia de Bud Spencer.